La tecnología es vital en nuestra concepción contemporánea del mundo. Con ella tenemos la posibilidad de hacer de él un espacio mejor, más organizado y en el que los principales problemas graves encuentren una solución. Por otro lado, también podemos por el contrario usarla para arruinarnos la vida unos a otros.
La tecnología no tiene una moral por sí misma, de la misma forma que no la tiene la ciencia. Sin embargo, entraña un enorme potencial: el de nuestros propios cerebros, capaces de entender las reglas del universo y modificarlas para su beneficio.
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